Tan sólo un recuerdo
Todo indicaba que era un día como cualquier otro de octubre, las hojas caían en destellos naranja y tonos enrojecidos, el camino estaba silencioso, a menos que se le prestara atención al aleteo de algunas aves asustadizas. La carreta empezó a sacudirse y los caballos con los sentidos alerta se detuvieron de golpe. ¿Quién era? El último ser humano que había visto estaba a cuatro días de camino y según los rumores que había escuchado no vería a otro en un par de días más. ¿De quién era la risa que venía de detrás de los árboles y hacía eco entre el vacío? ¿Quién había logrado alterar a mis caballos con quiénes ya había ganado difíciles batallas? No me quería quedar con ninguna intriga. Bajé de la carroza y acaricié a mis bestias, se tranquilizaron. Escuché otra risa que se confundía en medio de la neblina y ya no sabía si ver o escuchar. Pero, cuando menos me percaté, algo vino a mí y me susurró al oído: “Eres mío". Me petrifiqué. Corrí hacía dónde yacían mis hermosas bestias, n...