Lentes de sol
Cada quien es libre de elegir cómo quiere
ver el mundo, algunos usan sueños fuera de la lógica, otros realidades
alternas, muchos visiones llenas de prejuicios sin base alguna y, por supuesto,
están los que se muestran tal y como son. Por desgracia, con frecuencia no es
mío el último de los casos, pero por lo menos sé que es una realidad la debilidad
de la línea que divide la genuinidad del interior comparado con lo manifestado
en el exterior.
Todo el mundo conoce ese dicho que reconoce
a los ojos como “las ventanas del alma”, yo creo es muy cierta la connotación,
no sólo por haber adquirido la credibilidad en ello por la experiencia de mi
propio sentir, sino porque puedo afirmar que en los ojos de los demás su alma
se delata de cierta manera. La seguridad puesta en una afirmación o la
incomodidad que invade un cuerpo cuando se expone a una pregunta difícil, todo
puede ser más llevadero si se aplica la correcta manera de mirarlo o en otros
ejemplos la forma adecuada de escudarlo.
El resplandor fulminante del sol dificulta
la visibilidad de todos los individuos, dependiendo de la magnitud de su poder.
Así mismo podría ser el alma de las personas, tan capaces de cegar a otras como
los rayos de luz en una de esas tardes calurosas. Es por ese motivo que la
decisión más viable para hacer más llevaderas tales situaciones se hace obvia:
Protección.
No quiero decir que soy una persona llena de falsedad, pues no lo considero así,
pero sí podría confesar sin ningún remordimiento que la pureza de mis
actitudes, no van siempre de la mano con lo que los demás pueden captar. Sin
embargo, no siempre es a propósito el hecho de ponerle una máscara a mis
miedos, existen las oportunidades en las que es totalmente espontánea la
protección que creo ofrecerle a mis sentimientos, aunque no existan realmente.
El cristal oscuro es la fuerza que repele
miradas directas, y a veces se empaña por el simple motivo de que no sólo las
pupilas dilatadas expresan el éxtasis de mil reacciones, también la respiración
acelerada puede ser un síntoma que se presenta en medio de una conversación
llevada a niveles extremos.
Una decisión importante se puede llevar a
cabo cuando la confusión es protagonista de nosotros, se puede ser practicante
del masoquismo inclusive, pues no siempre se quiere hacer uso de aquel muro
protector de fuerzas interiores, se puede adquirir la capacidad para querer
tomar un posible riesgo de daño. Lo que no muchas personas conocen es que la mayoría
de las veces en las que se experimenta aquella actitud, el resultado es más
beneficioso que perjudicante. Aunque
también hay aquellos que como en mi caso, a pesar de saberlo nunca
parecemos entenderlo del todo.
Sea cual sea el motivo que lleve a la gente
a cubrir la parte más expresiva de su rostro, la que más refleja sus
intenciones, jamás podré ejercer juicio alguno sobre ellas. Creo que a pesar de
lo poco que utilizo mis propios consejos sé cuando algo es estúpido y cuando
puede ser útil realmente.
En conclusión, un pedazo de cristal negro no
te dará comodidad ni te añadirá claridad al habla, quizá ni siquiera te proteja
más que de la luz diurna al caminar por la calle, pero como cada quién tiene
plena libertad de creer lo que le plazca, yo opté por la opción de creerme a mí
mismo lo que he dicho en estas palabras; quizá viva siempre girando en una
mentira, pero estaré consciente de ello en todo momento.
Luiggy Guillén
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